Incumplidas

Mi libreta no me habla y el bolígrafo se ha transformado en una pértiga, pesa demasiado.

Hemos discutido, a veces nos pasa. Yo me he empeñado en salir, ellos querían permanecer al abrigo de la calefacción, reacios a confiar en la cálida promesa del sol otoñal. Pensé que esta breve parada en un café serviría para firmar una tregua, pero ahí siguen, sobre la mesa... formando un frente común en mi contra.

Dispuesto a no darles la razón, aun cuando mis manos abrazan con ansiedad la taza caliente, les retiro la mirada y... No soy el único que está tomando silencio.

Son jóvenes, una pareja y, si no fuese por ese cochecito sobre el cual ambos hacen guardia cada poco por separado, no sería descabellado pensar que únicamente comparten mesa. Pero está esa criatura y, me permito imaginar, también debe haber una senda con besos, caricias, algún que otro desencuentro, sueños, charlas, pasión, deseo, complicidad... ¿Dónde está?, no puedo verla y, al parecer, ellos tampoco porque ni siquiera se miran.
Él permanece inmerso en las páginas color salmón del periódico. Ella comparte su té con el teléfono móvil y éste con quienes estamos cerca mediante ese insistente sonido que lanza cada pocos segundos. Aislados, tal vez buscando olvidar a ese perfecto conocido que tienen enfrente y, aún así, sus cuerpos no paran de hablar...
"¿Por qué seguimos juntos?... Juramos que nada de esto nos pasaría, ¿recuerdas?... ¿Aún me quieres o solo soy para ti costumbre?, ¿acaso miedo a la soledad?... ¿Hasta cuándo?... No lo sé, solo quiero que te vayas... ¡No, no me separarás de él!... ¿Cómo se llama? ¿Quién va a ser? ¡Quiero saber su nombre al menos!..." 

Hace frío en la calle, el sol solo está disfrazado de calor y yo no he querido ser cómplice de su falsa promesa. De nuevo en casa, la tristeza muda que me ha empujado a huir todavía hiere...
... Al menos, la página en blanco empieza a hablar conmigo y el bolígrafo me deja acariciarla. La sinceridad, me dicen mientras escribo, es todo cuanto necesitan.