diciembre 29, 2013

Oportunidad

El pan, de toda la vida, "donde Sera".
Aun cuando las calles y plazas donde jugó mi niñez y se enamoró eternamente mi adolescencia sean el decorado de un acto ya acabado en la función de mi vida, me gusta regresar a ellas con cierta frecuencia. Ahora que el paso de los años va cerrando puertas a mi alrededor, a veces reconforta volver a ese tiempo en el cual todas estaban abiertas y, al menos eso parecía entonces, así iban a continuar para siempre.
Debo reconocer, no obstante, que cada visita supone un auténtico examen para la memoria. Aquel paisaje de barrio, como yo mismo, también ha cambiado mucho.
La explanada donde jugábamos las futuras estrellas del fútbol hoy es un aparcamiento, tierra y sueños sepultados por asfalto. El diminuto puesto de tablones verdes ya no está, hoy los cromos y las chucherías también se han privatizado, cada niño tiene los suyos y no son un juego más. La tienda donde, cada semana, cambiaba mis tebeos por otros que no hubiese leído hace mucho que cerró... Locutorios, bazares, agencias inmobiliarias de paso, me rodean y ponen a prueba la nitidez de mis recuerdos.
Por suerte, siempre hay algunos faros que les guían. Rincones que uno hizo suyos con la escritura de propiedad de un gol cuando las llamadas maternas estaban a punto de poner punto y final al partido de todas las tardes, de aquel primer beso que todavía acaricia mis labios, de esa sensación que convertía algunos comercios en una habitación más de la casa..., como la panadería de Serafín.
Aquel pequeño local de techos altos y paredes pintadas de verde, mostrador de mármol con una pequeña vitrina en su lado izquierdo, amplios expositores de madera donde se amontonaban las barras y esa escalera situada junto a la pared del fondo que descendía a los pies del horno, fue parada obligatoria en mi rutina cotidiana. Primero junto a mi madre, más tarde como enviado y portavoz de sus encargos, finalmente la primera y exitosa parada de mis propias excursiones. Regentado por Serafín, Sera para todos en el barrio, un hombre de una bondad mucho mayor que su abultada panza, el negocio vivió la imparable evolución de los hábitos comerciales, las nuevas costumbres impuestas por la masiva llegada de población inmigrante y... consiguió sobrevivir. Lamentablemente, Sera nos dejó hace mucho; su hijo, aquel joven de amplias patillas, tupé engominado y cazadora negra que yo idolatraba a los seis años, sigue manteniendo viva la luz de ese estandarte. Y no viene siendo fácil.
Porque la vida ha ido mordiendo la fortaleza de su cuerpo hasta dejarlo reducido a una débil sombra de lo que fue, por la tristeza perenne que le dejó el abandono de su mujer, por el exilio voluntario de un hijo que hace mucho es solo una lejana voz a través del teléfono... Hoy, en la antesala de la vejez, aquel chico también es Sera, pero no el orgulloso panadero que fue un día su padre, sino apenas el diminutivo que los años han hecho de él.
Probablemente, si no fuese por la ayuda de Iván, "el Pinchi"... Aunque eso tampoco fue fácil.
Muchos en el barrio no aceptaron encontrarse, justo al otro extremo de su barra de pan, la mano que tal vez había roto el cristal de su vehículo años atrás, robado su cartera o amenazado en una esquina mal iluminada con un pincho afilado en su mano temblorosa. Iván creció junto a un padre alcohólico y una madre maltratada; desde muy temprana edad, solo quiso huir y, al final, acabó encerrado en su propia trampa: robar nunca trae la libertad. Desaparecido durante varios años, en el barrio circularon diversas versiones acerca de su destino, ninguna le deseaba un buen final. Fue la cárcel, seis años para llorar... y cambiar.
Regresó con la huella del dolor en el rostro, pero entero. Capaz de mirar frente a frente a los demás para pedir perdón, decidido a no rendirse nunca más frente a sueños imposibles. Volvió con la compañía de quien le había llevado a encontrarse al fin, la persona que habló con Sera para ver si ambos aceptaban ayudarse mutuamente... No hubo dudas, los dos se prometieron "Sí".
Hoy la panadería luce un nuevo e intenso verde en sus paredes, el horno vuelve a calentar la calle cada madrugada, el olor del pan recién hecho recibe a quienes, poco a poco, se han regalado la oportunidad de perdonar y aceptar a un muchacho que, tal vez, solo tuvo la ocasión de equivocarse en su juventud... Y Sera ha vuelto a sonreír detrás del mostrador, orgulloso de poder conservar el legado de su padre.
Ahora, como siempre hago, le pido dos barras antes de abandonar hasta otra ocasión el barrio. Su mirada, sin embargo, se desvía hacia la puerta.
- ¡Hola, hija!... Está abajo, ahora mismo sube. Mira, éste es un vecino a quien yo conocí cuando era así -la mano de Sera me convierte en un chiquillo frente a la recién llegada.
- ¡Hola!, encantada. En realidad, además de saludar, he venido a dejaros esto... -un calendario de pared se abre entre sus brazos.
Un rato después, aún sigo allí. Después de intercambiar unas cuantas palabras con Iván, su apodo ya solo es olvido, continúo desempolvando anécdotas y vivencias junto a Sera. Le gusta hablar del pasado, convertirse de nuevo en aquel hombretón que fue; y yo le dejo, siento que se lo debo a él y a su padre. Sin embargo, debo reconocer que hoy no le presto excesiva atención... 
Mis ojos permanecen clavados en el calendario que ya luce en la pared, "Fundación ADSIS"; es la organización que ha encauzado la senda de una nueva vida para Iván. Junto al hueco de la escalera, le veo hablar con esa chica que, por un instante, ha tenido una visión del niño que fui.
Ella es compañía, ánimo, ayuda, mirada limpia que dice "Lo has conseguido, tú lo has conseguido", una voz capaz de guiar por la selva más peligrosa, manos que regalan libertad, sonrisa de cálida esperanza, abrazo de confianza absoluta... Iván es, al fin, la persona que quiere ser y no el espectro que modelaron las circunstancias. 
Todavía no me he ido y ya pienso en regresar. "Donde Sera", allí donde un milagro se hornea todos los días.






8 comentarios :

  1. ¡Qué bien encontrarse con un texto así un domingo por la noche! Reconforta y "esperanza".

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    1. Gracias. Me alegra haber avivado esas sensaciones en tu interior.

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  2. Muy interesante! Que sigan produciéndose milagros cada día!

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    1. Cada día es un milagro en sí mismo. Luego, además, hay personas que incrementan su valor... Gracias.

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  3. BRAVO por las segundas oportunidades!
    Y por las terceras,las cuartas...si hacen falta!
    Qué guapo escribes, Chusky!

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    1. Gracias... ¡Bravo! también por quienes las ponen a nuestro alcance.

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