diciembre 05, 2013

Modelos

Salir en un calendario siempre puede ser mucho más o casi nada, todo depende del grado de autenticidad que tenga cada una de las imágenes.
Los excesos de maquillaje, los cuerpos y fotografías retocados por el bisturí, o bien, por un programa informático, las sonrisas curvadas solo para la ocasión, son pasos hacia el olvido. Allí es donde acaban sus protagonistas cuando, antes o después, la verdad queda al descubierto.
De una u otra forma... ¡quién puede resistirse a la oportunidad de aproximarse a las modelos!
Hoy he salido de la ciudad. Un breve viaje en tren, naturaleza nevada a mi alrededor y la impaciencia por llegar en el asiento de al lado. Antes que el nuevo año se eche encima, voy a comprar mi calendario y, de paso, podré compartir nuevos momentos inolvidables.
En cuanto atravieso la puerta, una alegre y ruidosa sinfonía de ladridos me recibe. Saltos y rabos que oscilan nerviosos a mi alrededor, decenas de amigos aproximándose al vallado que separa las diferentes zonas en busca de mis caricias... Estoy en "Huellas".
El frío se ha echado encima sin avisar y aquí, muy cerca de Ávila, la Naturaleza impone su realidad. Voluntarios y personal se esfuerzan por acondicionar las instalaciones de esta Asociación Protectora; yo siempre tiendo a sustituir el añadido "de Animales" por la expresión "de la Humanidad". Porque eso es precisamente lo que se preserva aquí: la humanidad de todo aquel que llega, no importa si viene con la intención de colaborar de forma activa o, como hoy es mi caso, simplemente de visita.
Noe, una de las voluntarias, se ofrece a guiar mis pasos y yo, por mi parte, le ayudo con las mantas que se dispone a repartir por las casetas, aquí todo es ayuda desinteresada y simpatía.
No importa las veces que haya venido, jamás dejará de impresionarme la inmensidad de sentimientos que se amontonan a mi alrededor. Cada vez que una verja se abre, decenas de perros de todos los tamaños y razas pugnan por aproximarse a mí. Ternura, alegría, esperanza..., sus ojos hablan y yo me dejo acariciar.
Noe, María y algunos otros que no conozco se afanan a mi alrededor. Su labor, su compromiso, me resultan admirables. No quiero estorbar, así que me aparto unos pasos y mis manos se detienen en mimos que nunca son suficientes, como la ayuda que puede suponer la compra de un calendario o varias participaciones de lotería.
Algo apartado, un perro adulto completamente blanco, salvo sus orejas donde el pelo es marrón claro, permanece inmóvil, tumbado junto a la verja. Gus lleva aquí mucho tiempo, me explica María cuando le pregunto; está adaptado, pero en estas últimas semanas la melancolía le ronda y parece haber carcomido su vitalidad habitual. Es amable, cariñoso, "¡Acércate a saludarle!, se va a alegrar", pero les tiene preocupados.
Le hago caso y empiezo a andar en su dirección pero, a falta de pocos pasos, una niña se me adelanta. Rubia, pelo rizado hasta marear, vaqueros gastados impresos por decenas de patas, botas y un abrigo inmenso que oculta sus manos... Se ha apartado de, supongo, su madre, que ahora intenta que regrese con cierto nerviosismo en su voz, "¡Ruth, Ruth!", inquieta ante la actitud decidida de la niña y el impresionante aspecto, aun en aquella postura, de Gus. Influido por el nerviosismo de esa mujer, yo mismo me pongo alerta y reclamo con mis ojos la atención de María; "No pasa nada", dice su mirada serena y mis ojos regresan de nuevo hacia la verja.
Ruth, ahora con sus rodillas hundidas en la nieve, acaricia a Gus. Su mano de diez años se esconde en el denso pelaje del lomo y él, por primera vez desde que empecé a mirarle, gira la cabeza en dirección a la niña y sus ojos azules parecen brillar. "¡Ruth!", de nuevo un grito rompe el aire cuando la pequeña se aproxima aún más y, con su boca pegada a la oreja, empieza a hablar con su nuevo amigo. La madre parece darse por vencida y yo regreso a María, que sonríe emocionada.
Gus, impresionante imagen de la bondad en movimiento, acompaña a la niña cuando ésta se dirige hacia donde espera su madre, en cuyo rostro empieza a dibujarse una posibilidad que le inquieta... Ruth, inteligencia emocional sobresaliente, enseguida se da cuenta y, antes que la negativa se haga voz, empieza a decir "¡Por favor, mamá, por favor!... Hay sitio de sobra en el jardín, yo le cuidaré, lo prometo... ¡Mira qué guapo es!... Además, ya somos amigos".
Cuando María, después de unos cuantos minutos de charla con la madre, me muestra a su espalda el dedo pulgar hacia arriba, Gus persigue a la niña como si fuese un inmenso cachorro, ladridos y risa nerviosa se mezclan sin tregua.
Hoy, en "Huellas", hace menos frío.


8 comentarios :

  1. ¡Entrañable! El corazón en el escrito...

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  2. Gracias por venir. La 13 sonríe... mucho. Y yo más aún.

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  3. Ternura y AMOR en estado puro!
    Maravilloso !!

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  4. Como siempre, nos llegas al corazón, en este caso por partida doble, o triple...Ellos te lo agradecen.

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    1. ¡Bien por los múltiplos!, vuestros son (como mi corazón)
      La suerte es toda mía

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  5. Qué bonito!! y precisamente en el día del voluntariado.

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  6. Gracias. Todos ellos hacen cada día mejor para el resto.

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