diciembre 08, 2013

Signos

La timidez, si cae enferma, puede acabar convertida en exhibicionismo.
- ¿Seguirán?
- El miércoles lo sabremos...
Tiene razón, no hay otro remedio sino esperar. De pronto, me siento un poco desilusionado; mi duda quería ser liberada de los signos de interrogación, por eso ha dejado de ser pensamiento y se ha convertido en palabra. Pero no hay caso, Marcos tiene razón.
La barra del Kramer nos separa y, mientras las primeras sombras comienzan a cercar la Plaza de las Comendadoras, yo regreso a mi silencio y él continúa alineando el pequeño ejército de vasos, copas y botellas que dentro de un rato desfilará entre los habituales del local. Ahí enfrente, concentrado y meticuloso, le imagino repasando el papel que dentro de pocas semanas le devolverá al escenario, el infinito donde le he visto transformase en alegría, dolor, pasión, desprecio, sueños, ira, ambición, bondad... El milagro de ser Actor.
- ¿Tienes por ahí las últimas?...
Me arrepiento enseguida, he vuelto a interrumpirle, pero su paciencia no tiene fin. Además, él mismo debe haber estado repasándolas, me lo dicen la entrega inmediata y su media sonrisa.
Decidido a evitar la tentación de interrumpir nuevamente el silencioso ensayo de Marcos, abandono la banqueta donde estoy sentado para releer cada una de las notas junto a una de las mesas con ventana de telón al exterior.
*Bonito corte de pelo, chica lectora*, dice inolvidable la primera, junto a esa breve caricatura de una mujer con la longitud de su cabello más breve aún.
*¿Quién eres?*, recibió como respuesta aquel mismo miércoles por la tarde, hoy hace un mes.
Las encontré sobre la mesita que media entre las puertas de los servicios. La primera era una servilleta reconvertida en página de cómic; la segunda, una hoja apartada de una pequeña libreta. Los asteriscos, imaginamos, eran todo cuanto no se atrevían a decir sus palabras... Nadie vio en qué momento fueron estratégicamente colocadas, tampoco a ninguna persona que detuviese sus pasos frente a ellas.
La chica fue fácilmente identificable, claro. Desde hacía poco tiempo frecuentaba el local una vez por semana, entre las seis y las siete de la tarde; una copa de vino, a veces dos, mesa solitaria y lectura absorbente hasta que se iba. Su única compañía, siempre un libro. Pero... ¿quién había dejado la otra nota?
*¿Has venido hoy?*, el miércoles siguiente la hoja exiliada de la libreta hablaba así.
*No sabía si ibas a venir... No he dejado de mirarte*, decía el dibujo de dos ojos estrábicos a través de un bocadillo.
El mismo lugar de encuentro, idénticas incógnitas y dos nuevas notas que el Kramer decidió conservar junto a las anteriores, a resguardo de nuevas miradas, respetando el secreto de sus autores. Por supuesto, la curiosidad iba en aumento y yo, como descubridor del enigma, tenía el privilegio de compartirlo.
*Me gustó mucho ese libro... Te veo leerlo y siento que estamos más cerca*, sobre otra servilleta páginas abiertas atraídas por un imán.
*¿Por qué no vienes y hablamos?... La próxima semana lo habré terminado*, una tosca sonrisa a modo de firma se atrevía a proponer un paso más en la nota encontrada este último miércoles.
Me levanto y las repaso nuevamente mientras camino sin rumbo, rodeado de ese inmenso plano que decora las paredes a mi alrededor. Una breve novela por entregas en mis manos, protagonistas difusos o, simplemente, fantasmas que nadie parece haber visto salvo las fotografías que decoran las puertas de los baños, pero ésas no hablan.
- ¿Vendrán o no, tú que crees? -la tentación me ha vencido finalmente, Marcos es mi única salvación.
- Y los sueños, sueños son... -sus ojos, su boca, su rostro son un universo de posibilidades y el mundo un teatro muy pequeño para él.
En el Kramer, el próximo miércoles... ¿los dos asteriscos se convertirán en uno?


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