diciembre 10, 2013

Mago

Una cena especial comienza por la compañía y continúa con los platos y bebidas escogidos para la ocasión.
Lo primero resulta fácil; uno no abre la puerta de casa a alguien que no siente suyo. ¿Para lo segundo?... Mercado.
Maravillas es para mí el recuerdo de la compra asociado a unas gafas. Cuatro Caminos no era nuestro barrio, pero allí estaba la óptica que una amiga le recomendó a mi madre cuando el oculista diagnosticó que mis ojos necesitaban ayuda. El pequeño comercio, situado en el patio interior de una casa, tenía tres o cuatro vitrinas con los diversos modelos disponibles, nada que ver con los murales que hoy en día se exhiben; dos sillas frente a un breve mostrador y aquel olor inconfundible a elegancia embotellada. Alonso, así llamaba el dueño del local, consiguió con su infinita paciencia que aquel niño de seis años aceptase la imposición de ese extraño elemento en su cara.
Una vez terminada la visita, solo había que cruzar la calle para aprovechar la ventaja que suponía aquel primer esbozo de centro comercial: llenar las bolsas sin desplazamientos. Negocios a uno y otro lado en las diversas plantas, un gran bazar de comida al alcance de las amas de casa. Después, para premiar la paciencia de sus hijos, siempre había un chocolate con churros en el Rubí situado en la glorieta donde paraba el autobús que nos llevaría a casa...
Esta tarde, los pasillos del mercado son apenas una caricatura de sí mismos. Muchos puestos están vacíos y la decoración navideña parece fuera de lugar; sus dueños adormecen la tarde hablando de lado a lado, o bien, se afanan en disponer sus productos de la forma más atractiva posible. Probablemente, los viernes por la tarde y las mañanas de los sábados le devuelvan el aspecto que yo mantengo vivo en mi memoria. Aún así, me pregunto cuánto tiempo podrá resistir frente a las nuevas costumbres que ha ido imponiendo el ritmo de vida actual.
El número que cojo en la pescadería, "la vez" descansa ya en el mausoleo del antiguo comercio, es magnánimo: solo hay tres mujeres delante. Y una única persona despachando, es cierto, pero la habilidad que muestran sus manos me sirve para pensar que tendré tiempo de sobra para prepararlo todo en casa.
Un hombre alto, fibroso, el cuerpo oculto bajo varias capas de ropa y un delantal de hule. Calculo que aún no ha alcanzado los cincuenta, su rostro de facciones traviesas me ayuda. Rubio, piel rosada y ojos de mar azul claro. Con ellos, mientras escama una pieza, parece evaluar a quienes aguardamos la llegada de nuestro turno, como un faro alumbrando las posibilidades de venta.
Frente a él y en animada charla, dos señoras pasan revista a vidas ajenas y, al final, acaban exponiendo las suyas sobre la lona... "Este año ya veremos... Mi Carlos dice que mejor en su casa, que luego aquí no hay sitio para todos... Yo creo que es ella, que le tiene harto con tanta queja", confiesa una mientras repasa con la mirada los precios que marcan los carteles. "Nosotros como todos los años, la Carmen en Nochebuena y p'a la otra vendrá Pablo con la familia... ¡Menuda me espera!, porque luego nadie echa una mano, ya sabes...", añade la otra con cierto tono de tragedia. Un poco más apartada, la joven de rasgos sudamericanos permanece ausente, sus ojos clavados en la cama de hielo y hojas de lechuga donde descansa la mercancía, quizá decidiendo qué comprar.
- ¿Qué más le pongo, reina? -el piropo son años de experiencia, claro, pero conserva frescura, simpatía y él sabe que les encanta.
- ¿Más...? Quita, quita, que eres un liante y luego la cuenta...
- ¡Mire qué merluza tengo, mire cómo brilla! -le tienta levantando una pieza- Aquí, la señora se la llevó el otro día, ¿verdad?... Dígale a su amiga cómo estaba...
Experto pescador, el anzuelo de la envidia nunca falla. Dispuesta a igualar a su vecina, aunque sea con cierto retraso, al final son tres rodajas, una cola para la sopa y la alegría de haber hecho una buena compra, todo eso se lleva.
- Usted dirá... Los boquerones son de esta misma noche.
- Por el precio que tienen, vendrán del mar del Japón... -la madre de "la Carmen" evita la primera red que le lanza- ¿Solo tienes esos gallos?
- Hoy sí, mañana irán mejor... ¿Y un par de doraditas?
- Es que se suben mucho, "Rubiales"
- ¡Pero mujer, qué cosas tiene! Ahora mismo le escojo yo un par de ellas terciadas y ya verá como no... Ahí están, ¿lo ve? -en apenas unos segundos, los dos ejemplares pasan del mostrador a un papel, de ahí a la báscula y, sin esperar la respuesta, empieza a limpiarlas.
- No, si al final tiene que ser lo que tú digas...
- Si es que merece la pena, hágame caso... Esta noche, cuando estén chupándose los dedos en casa, verá cómo me lo agradece.
Le llega el turno a la chica, "Dos pescadillas pequeñas, por favor", su actitud cambia. Serio, concentrado, no ofrece nada distinto, sus manos solo rebuscan dos ejemplares que se ajusten a la anemia que, a mí también me parece, sufre este nuevo bolsillo.
- ¿Así...? -el papel sobra por todas partes cuando muestra su captura- Pero es que esto no te da para casi nada, ¿te busco alguna más?
- No, no, gracias. Así está bien, yo me arreglo... -responde apocada.
- ¿Y los críos, qué tal van? -le pregunta sin insistir más, mientras empieza a limpiarlas.
De nada sirven las súplicas, "No se moleste, por favor, no...", porque una vez ha marcado el precio en la báscula añade cuatro o cinco más al paquete, "Para que metan muchos goles tus pequeños..."
- Hay que ayudar a unos con los otros, no hay más remedio -le dice a mi rostro emocionado cuando nos quedamos solos-... Desde lo quince años detrás del mostrador, uno ya sabe quién puede y quién no... ¿Qué le pongo?
Un atún excelente, gratitud y la promesa que me hago a mí mismo de regresar a menudo, ésa es mi compra de hoy.
La cena será inolvidable, estoy seguro. En ella recordaré a ese hombre que no necesita ser Rey, lo suyo es repartir magia.


6 comentarios :

  1. ¡Gracias por hacer más bella La 13 con tu visita y tus palabras!

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  2. Hoy he pasado por el mercado de Maravillas y al leer tu relato he recordado cuando por los años 70 yo lo visitaba con frecuencia. Muchas gracias

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    1. Gracias a ti por tus palabras, por compartir tus recuerdos y el presente, por "ser 13"

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  3. ¡Ah! "el Maravillas" de cuántos apuros no sacó en su día... según mi madre "le traía a cuenta coger el autobús y bajarse en Maravillas". Jesús, gracias, por llevarnos al mercado de la forma en que tú lo haces y por la cena en la 13, en buena compañía.

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    1. Gracias a ti por acompañarme y por hacer la cena aún más especial con ese ramo de flores del pasado...

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